La ruta del carayá
La variedad de la fauna chaqueña convierte a la provincia en un polo obligado del mercado ilegal. A la vera de la ruta 11, a pocos kilómetros de Resistencia, la oferta de animales exóticos está a la vista. Monos y pájaros se consiguen por apenas 20 pesos. Para la gente, atraparlos y venderlos es casi la única forma de subsistencia.
Si bien la necesidad y el hambre convirtieron a la zona en la primera escala del tráfico, el negocio de la fauna va más allá. Ya en Resistencia, en el barrio toba, el precio de los monos es más alto. Y del otro lado del Paraná, en la ciudad de Corrientes, médicos veterinarios se comprometen a conseguir el animal que se pida. Pero, esta vez, el precio alcanza los 100 pesos.
Ya en Buenos Aires, lejos de la Mesopotamia, el mismo ejemplar que en Chaco se ofreció por 20 pesos, en el Mercado de Frutos de Tigre, en el delta del Paraná, provincia de Buenos Aires, el costo se multiplicó treinta veces. Y es más o menos el precio con el que se comercializan estas especies en reconocidas veterinarias de la Capital Federal. En Zoopark, en Villa del Parque, por ejemplo, las ofrecen a 400.
Especies en peligro
El tráfico ilegal de monos, yaguaretés, papagallos, aes, cardenales y ocelotes se concentra en las provincias de Corrientes, Misiones, Formosa y Chaco. Sin embargo, esta es apenas la ruta de salida de un negocio que en Argentina mueve alrededor de 400 millones al año y que está provocando la extinción de especies como el Tatú carreta, que se encuentra en peligro crítico.
El mono aullador, el ciervo de los pantanos y el ciervo de las Pampas, el yaguareté, el tapir y el oso hormiguero están en una situación parecida y figuran entre los animales en peligro.
Asimismo, la depredación de tortugas, papagayos y otras especies de aves y monos para su venta en el país y en el extranjero está provocando que también se sumen al listado de especies amenazadas.
Es el tercer negocio dentro de este tipo de comercio ilegal. Las cifras que se estiman rondan los 20.000 millones de dólares anuales. Es un problema alarmante, más allá de los fanáticos, el hombre aniquila sus reservas naturales.
El comercio ilegal de animales se ubica en el tercer lugar de los delitos de tráfico y es superado sólo por el tráfico de drogas y de armas, según las autoridades de Areas Protegidas.
A comienzos de 1997, Interpol dio a conocer que este negocio alcanzó el segundo lugar en el mercado negro mundial, luego del narcotráfico y por encima del
de armas, con ventas que producían más de 20.000 millones de dólares al año.
En los tres casos los métodos con los que se opera son similares, se falsifican documentos oficiales, se pagan sobornos y se hacen declaraciones aduaneras fraudulentas.
El tráfico de animales viola leyes, evade impuestos, genera competencia desleal y perjudica a los comerciantes habilitados, desprestigia a las autoridades competentes y al país, sobre explota a las especies permitidas, vulnera aún más las poblaciones de las especies amenazadas, diluyendo las posibilidades de aprovechar la naturaleza en el presente y en el futuro.
En Argentina, el tráfico ilegal de vida silvestre, en especial de especies exóticas, se realiza desde el interior del país, hacia lugares desarrollados como Europa, Estados Unidos o Japón. Este mundo se divide entre países consumidores y países productores entre los que se encuentra la Argentina.
Las especies en extinción son las más codiciadas por los traficantes de vida silvestre, entre ellas se encuentran los primates, mamíferos y aves de gran colorido y belleza.
En general se comercializan animales vivos para abastecer el mercado de mascotas como, por ejemplo, loros, pájaros, monos y tortugas. Los cueros y las pieles de felinos, zorros, boas, lagartos y yacarés también son traficados, pero se los utiliza para fabricar indumentaria, accesorios y adornos.
Al existir grupos inescrupulosos que se dedican a la caza furtiva e ilegal de ejemplares protegidos por la ley, ponen en peligro su existencia y afectan el equilibrio de todo el ecosistema, amenazando el crecimiento natural de todos los integrantes de la sociedad, los de hoy y los de mañana.
El comercio de vida silvestre no es un simple problema que preocupe a unos cuantos fanáticos que defienden a los animales, sino que es un problema ambiental, que involucra el futuro de la supervivencia de la vida en la Tierra.
Hay más de 13.000 especies conocidas de mamíferos y aves, así como miles de reptiles, anfibios y peces, millones de invertebrados y unas 250.000 plantas con flores. La extinción de las especies es una característica natural de la evolución de la vida en la Tierra, pero en los últimos años ha sido el hombre el mayor responsable de la desaparición de una grandísima parte de la fauna y la flora.
Hay más de 3.000 normas vinculadas a la conservación de las especies, pero su aplicación es precaria. Sólo en la provincia de Córdoba se decomisan 4.000 animales por mes. Más de 500 especies están amenzadas.
La población humana sigue en crecimiento, expandiéndose hacia nuevos territorios deshabitados. Así, la demanda de recursos naturales es cada vez mayor. Las formas con que se utiliza el medio ambiente no siempre respetan sus ritmos de recuperación biológica. Las actividades cotidianas del hombre superan el umbral de sustentabilidad, desencadenando impactos negativos, de una escala sin precedentes y difíciles de revertir a corto plazo.
El hombre se comporta como un invasor biológico que deteriora progresivamente el hábitat y los recursos que paradójicamente sustentan su vida.
La constante actividad humana ha reducido la superficie de los paisajes originales, dejando en los remanentes huellas y cicatrices con distinto nivel de profundidad. De esta manera, aparecen fronteras desdibujadas, ecosistemas rediseñados, ríos interrumpidos por represas o manejados arbitrariamente, llevando a un terrible empobrecimiento de especies.
Esas amenazas actúan como francotiradores que liquidan a los últimos exponentes de algunas especies amenazadas, pero está claro que una gran cantidad de organismos silvestres está desapareciendo debido al comercio ilegal de animales.
Un factor fundamental que sostiene el tráfico de fauna es la interacción entre la pobreza y el deterioro ambiental. Ambas se potencian delineando un círculo vicioso, cerrado y decadente para la seguridad física, el bienestar económico y la salud de las personas más necesitadas.
La destrucción de la naturaleza causa mayor pobreza, porque con menores recursos naturales no hay oportunidades de subsistencia. Los lugareños ven en la venta de las especies exóticas su única manera de sobrevivir. Esta gente suele ser la más afectada por el deterioro ambiental. La constante persecución del hombre hace compleja la localización y composición poblacional de los últimos exponentes de los organismos amenazados de extinción.
Este tráfico, no sólo exporta miles de ejemplares al año a otras zonas del país o al exterior, sino que, importa nuevas especies intrusas o invasores biológicos que operan que no están preparados para vivir en su nuevo ambiente. Allí se reproducen y comienzan a destruir el normal funcionamiento de la vida silvestre. Hay más de 300 especies de plantas y no menos de 50 de animales exóticos introducidas. La gran mayoría de ellos está fuera de control..
La situación empeora porque los inventarios biológicos necesitan actualización. Las áreas de reserva y protección cubren unos 15 millones de hectáreas, cerca del 5 % del territorio del país. Se cree que un 80 % de los parques carece de instrumentos necesarios para conservar eficazmente los ecosistemas y especies protegidas.
En Argentina, existen cerca de 3.000 normas vinculadas a la conservación, pero su aplicación es precaria, ineficiente o desorganizada. Por eso, el tráfico de fauna no se ve desalentado a pesar del control de los inspectores de fauna, guardaparques, guardafaunas y miembros de las fuerzas de seguridad.
En todo el país hay un promedio superior a los 700.000 de delitos (con intervención policial) al año contra un promedio de menos de 20.000 condenas en el mismo período. Los delitos ambientales se encuentran enmarcados en ese contexto.
Además, la superposición de jurisdicciones obstaculiza la conservación. El caso de la cuenca del río Matanza-Riachuelo hay no menos de 22 instituciones con autoridad sobre la misma. La situación del río Reconquista es similar, tienen jurisdicción 13 municipios, el gobierno provincial y el Estado nacional.
Por ejemplo, en la provincia de Córdoba hay más de 200 guardafaunas y en la capital la cifra ronda los 30. Este grupo decomisa más de 4.000 animales por mes. Actualmente, realizan entre 6 y 8 operativos mensuales en los que proceden al secuestro de armas y al decomiso de animales de distintas especies, cerca del 50 por ciento son aves y se registra una cifra similar entre animales vivos y muertos. En cada procedimiento, los guardafaunas reúnen entre 600 y 700 piezas.
Entre las especies más halladas en los procedimientos realizados en Córdoba, aparecen con mayor frecuencia corzuelas, pecaríes, conejos de los palos, perdices, liebres, palomas, vizcachas, gatos, pumas, caranchos y lechuzas. Pero según informó la Asociación de Guardafaunas y Guardabosques de Córdoba, lo que más se decomisa son aves.
Reconstruir o restaurar la imagen que componía la biodiversidad original se vuelve casi imposible, considerando que parte de su elenco de especies ya no está presente.
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